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MASACRE DE EL SALADO: MUERTE DE INOCENTES.

“Me opongo a la violencia, porque cuando parece causar el bien éste sólo es temporal, el mal que causa es permanente.”

-Mahatma Gandhi (1869-1948)

Político y pensador indio.

A mediados de año 2000, el recrudecimiento del conflicto armado en Colombia

alcanzaba un punto muy alto por los diferentes actores armados que dominaban

gran parte de los territorios del país. Los grupos insurgentes por un lado (las Fuerzas

Armadas Revolucionarias de Colombia. Ejército del Pueblo FARC-EP, el Ejército de

Liberación Nacional ELN) y las fracciones armadas de la extrema derecha las

Autodefensas Unidas de Colombia AUC, las bandas delincuenciales al lado del

narcotraficantes, etc., llevaron a la sociedad colombiana al caos y la ruina, mientras

el panorama se tejía a punta de sangre y muerte de inocentes.

Bajo este panorama, una de las demostraciones más atroces de la violencia en el

país, fue la masacre ocurrida entre el 16 y 19 de febrero del año 2000 por parte del

bloque sur de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) que comandaba Rodrigo

Tovar Pupo alias "Jorge 40", en el caserío del El Salado ubicado en el corregimiento

de los montes de María.

Todo comenzó el 16 de febrero del año 2000, un día que para los habitantes

sobrevivientes de este corregimiento, quedará para siempre guardado en la

memoria. Los paramilitares rodearon El Salado dejando indefensa a la población.

Cerca de 450 hombres armados incursionaron en este territorio obligando a los

habitantes del mismo a congregarse en el centro del pueblo donde se encuentra

ubicada una iglesia y una cancha de deporte. Según testimonios de sobrevivientes

de la trágica masacre, se dice que los paramilitares obligaron a los pobladores a

situarse en la cancha. Así pues, hombres y mujeres, niños y ancianos fueron

llevados contra su voluntad porque para este grupo armado cualquier persona era

un guerrillero en potencia. De esta forma, los habitantes del Salado fueron

separados por género, organizados en filas y como ganado, fueron llevados directo

a la barbarie. Un grupo de paramilitares llamándose a sí mismos “los Mesías”

señalaban a la persona que se les creía ser guerrillero y simplemente se les

asesinaba, o peor aún se les torturaba, para que estos acusaran a más personas.

Fue así como los paramilitares arrebataron la vida a más de un inocente, siendo

violentamente asesinadas más de 100 personas. Al caer la noche, los paramilitares

demencialmente celebraban estos asesinatos y así, pasaron los días y noches,

todos interminables para cada uno de los habitantes de este corregimiento, que

como secuencia se repite una y otra vez en la memoria de los sobrevivientes de las

víctimas, como si se tratara de una pesadilla que nunca termina.

El 19 de febrero de 2000, El Salado que durante días estuvo cargado de un

ambiente de dolor, de rabia y desesperación por fin termina, pero llevándose consigo

la vida de personas inocentes y dejando en cambio la ausencia tan profunda y

dolorosa de seres queridos que nunca se podrá recuperar, dejando a un pueblo

destrozado gritando y reclamando unánimemente justicia y paz.

Cabe mencionar que en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez se promovió la

desmovilización de las AUC, bajo la ley 975 o ley de Justicia y Paz, firmando la

desmovilización de este grupo subversivo y entregando 30 mil miembros de la

organización. El gobierno presentó el proyecto alternatividad penal que beneficiaba a

los desmovilizados que confesaban sus crímenes, pero este proyecto parecía

ignorar a las víctimas; así que bajo presiones se retiró el proyecto y en el 2006, se

permitió la sentencia de estos grupos ilegales que se acogieron a la desmovilización

y posteriormente, en el año 2008 los comandantes de las AUC fueron extraditados

para Estados Unidos. Sin embargo, esta ley promovida por el gobierno colombiano

realmente se queda corta profundizando la impunidad, porque el pueblo sigue

sediento de justicia, como ellos estaban sedientos de sangre.

Indudablemente, este tipo de situaciones que perpetuaron estos grupos armados

violentaron fuertemente los derechos humanos que son tan básicos en una sociedad

y las leyes promovidas como la de “Justicia y Paz” de la cual se presumió tanto

quedó carente de verdad, justicia y reparación.

No sólo se necesita un pueblo en paz, se necesita un pueblo justo, un pueblo en

donde realmente se le vean a las personas como iguales y donde sus derechos

realmente se respeten.

Este tema tan fuerte y delicado es necesario verlo, conocerlo y más que todo sentirlo

como propio, para un futuro justo, en donde se reconozcan verdaderamente a las

víctimas, porque sin duda, ellos son nuestros verdaderos héroes, los que dieron su

vida inocente y pura por un futuro que la sociedad necesita dignificar y reconocer.

Que todas esas almas que hoy ya no están por la oleada de violencia queden en la

memoria de cada uno de los colombianos, que sus muertes sirvan de ejemplo para

jamás volver a repetir la historia y que los afectados hagan las veces y el eco de

memoria viva por nuestros verdaderos héroes y no una pistola y un fusil.

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